EL PROGRESISMO Y LA ÉPICA
- rrpprevista

- Nov 14
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por Juan Terranova
El progresista rechaza la épica. Frente a esa disyuntiva clásica, siempre elige a Ulises, a Odiseo. ¿Por qué? Se siente astuto, audaz. Quiere quemarle su único ojo al monstruo. El cíclope le da asco, por eso lo ciega. Solo él, el progre, debe ser el que ve. Los rengos, los tuertos, los brutos no tienen ese derecho.
De la Ilíada, el progresista recupera, con suerte, los dioses, Palas Ateneas, alguna descripción. Nada más. La guerra los espanta. No entienden el coraje. No entienden la bandera. ¿Por qué se pelea? Sin admitirlo se ponen del lado de Paris, bello, ladrón, promiscuo.
Cuando le toca dar su opinión, el progresista excluye la épica. David Trueba dice que hacer muchas películas de superhéroes nos conduce al fascismo, y luego agrega, alucinando: “Hay fascismo de izquierdas y de derechas, que es un error también habitual. Han sido tan fascistas Stalin y Lenin como Hitler.” Pero la épica vuelve siempre. En la década del 50, con la resistencia peronista. En los 60, con la lucha armada. En los 70, con Robin Wood y editorial Columba. En los 80, con Malvinas. Y enseguida con Stallone y Schwarzegener, y la categoría “película de acción.” Héroes, combates singulares, injusticias, venganzas, violencia.
Wagner le puso música a la épica y la llenó de matices. Al progresista tampoco le gusta Wagner, desde luego. Pero Héctor pelea contra Aquiles. Nippur de Lagash recorre Sumeria. Douglas Quaid viaja a Marte. Un avión de la Fuerza Aérea argentina ataca una fragata inglesa. En “Live free or die hard”, el malo le dice a John McClane que tiene a su hija y que la va a matar y John responde, serio, lacónico, “aguanta, baby, que ya voy para allá.”
El progresismo se desarrolla en el palacio, el aula, la beca, el museo. La épica enseña a vivir, a caminar, a cantar el valor y a morir al aire libre.//RR.PP.

PH: Legislatura Porteña / Felipe Devincenzi


