LUDUS TONALIS
- rrpprevista

- Oct 30
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Por Juan Terranova // @juan_terranova
En 1940, huyendo de la guerra, Paul Hindemith llega a la universidad de Yale. Había tenido una relación más ambigua de lo que se quiere con el gobierno del NSDAP, pero su mujer era en parte judía y su obra había sido incluida en la muestra de Düsseldorf como música degenerada. Hindemith ya era un intérprete conocido, y como compositor estaba en pleno dominio de sus facultades creativas.
En 1942, termina de componer “Ludus Tonalis”, un grupo de 25 movimientos, entre fugas e interludios. Es usual que se relacione el “Ludus Tonalis” con el barroco, un repaso conceptual y casi pedagógico de las diferentes tonalidades, y también, por supuesto, con “Das wohltemperierte Klavier.” Sin embargo, el “Ludus Tonalis” es mucho más que su ajustada arquitectura. La obra propone, desde su título, una reflexión erudita y moderna sobre la sustancia misma de la música.
Hindemith parece decirnos que no existen las notas aisladas. Una marca única en el silencio del universo simplemente no habla. Es un accidente. Solo empieza a tener cuerpo, riqueza y función cuando, después de esa primera nota primigenia, suena una segunda nota. La música, así, es un arte de relaciones y tensiones, de referencias y modulaciones.


