OSKAR
- rrpprevista

- Nov 6
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por Sebastián Napolitano
Oskar Kokoscha era de una familia de orfebres, muy pobre, que vivía en los suburbios de Viena. Le gustaba jugar en un parque que estaba cerca de su casa y aunque era de clase baja se hizo amigo de las hijas de una mujer rica que también acostumbraba visitarlo.
En el colegio había aprendido a hacer pólvora y una tarde la llevó al parque e hizo volar el hormiguero que estaba debajo de la hamaca. La explosión fue más fuerte de lo que esperaba. Las hormigas volaron por el aire y la hija de la mujer rica –la que más le gustaba de las dos– cayó al suelo. El guardia, un veterano de la guerra austroprusiana, echó a Oskar, prohibiéndole volver. Desde entonces solo podía entrar subiendo por una montaña de basura que había en la parte de atrás. Una tarde escaló la pila de basura, perdió el equilibrio y cayó sobre un cerdo muerto del que salían insectos. Contrajo una infección.
En la habitación de su infancia, Kokoscha, delirando de fiebre, sintió que debajo de su lengua un insecto ponía huevos, girando en círculos, mientras luces verdes y rojas incendiaban el empapelado de las paredes.
Dicen que una vez, viendo que sus alumnos pintaban un retrato sin inspiración, obligó al modelo a tirarse al piso y les hizo creer a todos que estaba muerto. “Levantate”, dijo y gritó a los demás: “¡Ahora que ven que está vivo y no muerto: píntenlo!”. Modelos vivos, no muertos. Eso buscaba Kokoschka, pintar modelos vivos.

O.K. Autoretrato. 1919. Óleo sobre tela. Leopold Museum, Viena.


