TU CUERPO AL CV
- rrpprevista

- Nov 13
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por Agustina González Carman / @agucarman
Meses atrás The Guardian publicó un artículo donde afirmaba que algunos maratonistas empezaron a incluir sus carreras como un logro en el currículum laboral. Correr una maratón ya no solo como una experiencia física o una hazaña personal sino como prueba de carácter que se traduce en valor como fuerza de trabajo. El trabajador ideal no descansa: se entrena. Administra su energía, se autoexige, optimiza sus límites. No descansar se convierte en una medalla moral.
En “Haz de cambiar tu vida”, Peter Sloterdijk escribe que el ser humano es un animal de entrenamiento, un ser que necesita ejercitarse para sentirse real. Pero en la era del rendimiento, ese entrenamiento se vuelve permanente y sin trascendencia. Ya no nos disciplinamos para alcanzar la salvación o la virtud, sino para mantenernos productivos, resistentes, medibles. Correr, meditar o levantar pesas no son sólo prácticas físicas: son ejercicios de autoconstrucción simbólica. Pero cuando esos ejercicios son evaluados como valor de cambio se revela su captura por la lógica del capital. El entrenamiento deja de ser una búsqueda de autotransformación y se vuelve una forma de autoexplotación voluntaria.
Correr, meditar, levantar pesas, ayunar son formas de autodiseño que esconden una nueva forma de obediencia. El maratonista que acredita su carrera en el CV no dice “corrí 42 kilómetros”, sino “sé soportar el sufrimiento”. Correr ya no sirve para escapar de nada, sino para estar a la altura de un ideal invisible: el de la mejora continua. Lograr “un cuerpo aesthetic” es el mantra de una generación obsesionada con la mercantilización de su identidad. Tal vez ahí esté la trampa: cuando el esfuerzo deja de tener un fin interior y se vuelve una estrategia de supervivencia simbólica, lo que se entrena no es el cuerpo, sino la obediencia.//RR.PP.



